sábado, 22 de agosto de 2009

Palabras de un espejo empañado.

Hoy me pasé la tarde cavando un pozo hondo; lo más hondo que pude. Deseaba meter mi cabeza ahí, y esperar… Solamente esperar a que termine de soñar absurdos. Prometí que me iba a quedar quieta, sin alborotar a ningún insecto ni animal terrestre, fingiendo que era un mueble más del living, un elemento más del paisaje, un cigarro más del paquete. Les juro que pensaba cumplir mi promesa así fuera lo último que hiciera. Estaba dispuesta a respirar polvo el tiempo que fuera necesario; sólo pretendía dejar de soñar un rato, intentar evitar que el temblor me haga temblar también a mí. Únicamente quería desaparecer, esconderme en las tinieblas de todas las memorias del mundo, dejar de sentir y, sobre todo, de pensar; detener toda actividad mental; parar todos los relojes del universo, y gritar. Gritar con todas las voces que descansan en mi interior, abrirles por fin el ventiluz de mi alma para que hagan estallar todos los oídos del planeta con sus bramidos de desacuerdo. Quería todo eso, y a la vez no quería nada…
El cobarde que habita en mí, y al que creí ya no temer, quiso ser protagonista en esta parodia de novela barata, y me obligó a actuar como una imbécil. Me pasé la tarde haciendo un pozo que luego rellenaron con un solo soplido, convirtiendo mi arduo trabajo de excavación en un tiempo tirado al riachuelo. ¿Por qué no me avisó antes que no podía esconderme en la tierra? ¿Por qué tuvo que esperar a verme los ojos hinchados, las manos sangrando y el pecho oprimido hasta el hartazgo? ¿No hubiese sido más fácil haber acabado conmigo antes, para llevarse mi cuerpo intacto siquiera? Qué cobarde, qué inhumano ser habita en mí…
El reloj que marca el espiralado tiempo que perdí me da vuelta la cara. Ya no quiere saber nada de mí; no está dispuesto a seguir marcando fracasos con sus agujas de ron aguado. Y lo peor es que yo no puedo dejar de girar; estoy en medio de un tornado que, según dicen, lo último que tiene es clemencia. Y tengo miedo de que la sangre de mis manos me manche la ropa, la cara, el pelo… Tengo miedo de sangrar de más.

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