lunes, 10 de junio de 2013

Palabras a borbotones... Otra vez.

Hoja en blanco, memoria en negro. Es imposible creer sin entender, pero es tan difícil entender… Todo es tan difícil. Las mañanas, los días, vos y, sobre todo, yo. Sobre todo yo. Vos y yo somos difíciles.

Hay mucho intangible en mí, y cuando digo “mucho”, me siento poco precisa. De todas formas, necesito que lo sepan, lo más importante es estar hoy acá, con la hoja cubriéndose de negro, y la mente contagiándose de blanco. Es imprescindible que hoy esté en este lugar, de espaldas al sitio donde gasté tantas letras (y electricidad), donde lloré y reí sobre el teclado más útil que tuve el honor de rozar. En el lado opuesto, la luz juega con mis ondas, mis descuidadas ondas, mis malas ondas.


Espero que tu señal llegue desde el más allá (o más acá), pero es inútil. Todo quedó claro entre vos y yo, querida inspiración. Pero mis tiempos son otros… Ya no me vendo al mejor postor, y puede que hasta no lo necesite. Si te siento todavía viva, aferrada a tu virilidad obsecuente, tan mía, como siempre, mía. Las yemas de mis dedos te acarician en sueños y vuelvo a descubrirte entregada a mi voluntad, a mi deseo de tenerte cerca. Letra por letra, roce a roce, lágrima a lágrima, te recuerdo en mis días más oscuros, y entiendo que la felicidad, más allá de todo, era otra “cosa”. Algo menos vulgar, menos gastado. Pero, es curioso, al transformar esas siluetas inertes a danzantes palabras, poco a poco, dejo de sentirme feliz. Y las ansias de que te hagas presente para degradarme vuelven más fuertes aun. Tanto, que prefiero levantar mis vergüenzas de esta incómoda silla… y cenar.

jueves, 28 de marzo de 2013

"Sí"

Un frío desgarrador me hiela los párpados.
Luego de escuchar, casi desfalleciendo, la sórdida y cruel afirmación, mis manos cayeron en un sinfín de precipicios interminables. ¿Llegaría alguna vez el final o sólo sería un mal sueño, un terrible y odioso sueño?
Mis recuerdos giran en una nube tormentosa y me desgarran el alma, el orgullo. Me siento inerte, débil, estúpida. No entiendo cómo mi muro de postitivismo y seguridad se pudo desplomar tan fácil. Una palabra, señores. Sólo una afirmación que me dejó sin aliento.
Por momentos siento que la suavidad me abandona, que mira para otro lado, pero después vuelve a fijarse en mí y se enamora (me enamora). Y soy feliz.
Pero las horas, los momentos en soledad, el ocio, desequilibran mi castillo nuevamente.
Tengo un estilo mediocre, repetitivo, nada envolvente. Pero es el que elegimos, mi suavidad y yo. Ahora… ¿Es el que queremos conservar?
Mi instinto de lucha está latente, ansioso… La idea de triunfo me acosa, intenta apoderarse de mi contorno, me tienta en sueños, quiere poseerme… y me encanta.