jueves, 8 de abril de 2010

Sólo a veces.

A veces siento una nostalgia que me inunda el pecho. De golpe y porrazo me veo a mí misma olvidada en un suelo incierto y gris, llorando sobre lágrimas derramadas en el pasado. Un olor o una melodía cualquiera me transporta hacia mis horrendas vidas ya vividas, y me observo, desde lejos, hundida en noches solitarias, en días solitarios, en pensamientos solitarios. Y el chico que nunca tuve, los abuelos que ya no están, el novio que me perdió, todo, absolutamente todo, me oprime la conciencia, me provoca ganas de volver sobre mis pasos para conseguir un pecho que sí resista las balas. Una tristeza de almohada, de rinoceronte y de jarrón me deja exhausta sobre mi acolchado, masticando lamentos inútiles. Y mientras mi cabeza se comporta como un tragamonedas insólito y obstinado, la nostalgia sigue ahí. Se pasea por mi carne al rojo vivo, pisoteando dignidades ajenas. La nostalgia sigue ahí, no anoche, no esta noche, no mañana… sólo a veces sigue ahí.