lunes, 23 de febrero de 2009

A la ciudad de la furia.

Con mi mejor cara de satisfacción, me voy a subir al micro esta noche. Me ausento por unos muy pocos días. No me despido, porque voy a volver. Cada vez que parto hacia otro sitio, siento la necesidad de poner en orden mis ideas, y sé que hoy persigo la verdad.
Allá voy, en busca de nuevas imágenes mentales. Me llevo a mi inspiración conmigo, para agasajarla con una visita al Planetario, un paseo por San Telmo, y un par de bares con fondo, en horas ya casi programadas. Vida universitaria, bienvenida. Espero ser buena anfitriona.
Por otro lado, nos vemos muy pronto ciudad de General Pico, capital de los Estudiantes de Veterinaria.

Me voy a probar nuevas realidades, pero dejo la pizza en el horno acá en casa, haciéndose a fuego muy lento.

lunes, 16 de febrero de 2009

Gracias LPDA.

Este es un tema que le hizo a una chica, que él fue a buscar. Ella lo había ido a buscar una vez, enamoradiza, y él dijo: “No. Perdónenme, pero no puedo”. Y resulta que después de un tiempo se dio cuenta de que estaba bárbara, y la fue a buscar él, y ahora fue ella la que dijo “No, ahora no”. Y ahí le hizo este tema. Si le hubiera dicho que sí, no le hacía nada. Pero le dijo que no..

Sabés que no sueño con vos al dormir,

no es bueno soñar con los ángeles de hoy.
Sabés que miento siempre que hay una buena ocasión.
También sabés que un consejero me dijo:
"hecho el amor, hecha la trampa" y al pie
de la letra sigo ese hermoso consejo cruel.
"El que no arriesga, no gana" - dijiste.
"El que arriesga, puede morir por amor" - te dije,
y comprediste que no iba ser yo..
El que cubra tu cuerpo en noches de frío;

el que te regale rosas sin espinas;
el que aparte de ser sexo, sea un amigo;
el que derroche amor en cada esquina.
"Tanto te cuesta dar besos a una sola?
Te juro que amor nunca te va faltar".
Qué amor, eso no importa;
lo que importa es variedad.
"Es mejor ser presa de un hombre y no el polvo
insípido y oscuro de más de dos" - dijiste,
y comprendí que no ibas a ser vos..

La que comparta mis besos con cualquiera;
la que pise fuerte el acelerador;
la que quiera hacerlo de muchas maneras;
la que sepa bien fingir cuando no haya amor.
Pero les cuento señores que me asombra,
lo mucho que puede cambiar la mujer.
Ahora ella es la que se esconde entre las sombras,
y yo estoy aquí, loco por volverla a ver.
Tendré que tomar el toro por las astas.
En verdad no tengo tiempo que perder.
Esta vida no me tira buenas cartas.
Pero en otra vida.. espero volverla a ver.

jueves, 12 de febrero de 2009

Desesperada solicitud de acceso.

De la manera más cordial pero, a la vez, más simple posible, me dirijo a usted; para implorarle que me deje entrar en su mundo. El que nos contiene a todos (menos a su persona), de manera casi igualitaria, ya dejó de ser valioso y bueno para mí. Y temo que, en el caso de seguir en él (cuando en realidad no es mi sitio), todo explote y no haya vuelta atrás. Soy alguien que analiza mucho cada situación, para que los inocentes terceros no sufran las consecuencias de mis decisiones erróneas, pero mis manos ya no son lo suficientemente fuertes ni amplias para controlar todo, y son demasiados descuidos los que estoy teniendo. Realmente sufro por mi vida y, más que todo, por la salud sentimental de quienes intentan rodearme (me siento en la obligación de aclararle también que suelo ser un poco escurridiza, sobre todo para quienes pretenden “controlar” mis pasos. Soy un alma libre, pero sé distinguir todos y cada unos de mis límites). Cada día siento más necesidades que se vinculan con el deseo de cruzar la “dimensión prohibida” para quienes habitan mi mismo mundo pero, a diferencia mía, están satisfechos de estar dentro de él. Por eso, y espero no parecer repetitiva, necesito que gire la llave y me conceda el honor de ingresar al paraíso de libertades, que nunca lo hacen a uno ser libertino, en el que usted habita. Permita que esa puerta se abra para que mi luz entre para jamás salir.
Me contaron que ahí se es realmente auténtico, que los prejuicios fueron abolidos para siempre, y cada uno se vuelve aún más especial y único de lo que normalmente es. Quiero caminar por la vida y que nadie cuestione mis ideas; sentir el amargo sabor de lo prohibido, pero adorar sus efectos. Quiero que un año no dure nada, que de ayer a hoy ya hayan trascurrido esas 365 malditas noches sin luna llena (como no podía ser de otra manera en este asqueroso lugar en el que me encuentro, con la hipocresía de bandera, y la ilusión como utopía). Quiero vivir de bar en bar, y que todos tengan un fondo bien oscuro y sombrío para ahogar mis límites, y verme realmente a los ojos, sin saberme muerta por dentro. Quiero que llegue el placer sin tener que antes pasar por el dolor y la humillación. Quiero gritar y no quedarme sin voz.
No soy más que una párvula que se dio cuenta que los brazos de su madre ya le quedaron chicos para cubrir el contorno de su cuerpo e impedir que la lluvia le moje la cara. La vida no hace más que incitarme a perderme en la mediocridad, pero corro con la ventaja de no poseer el dinero suficiente para reemplazar el cristal que me amparaba hasta hace un tiempo, con 18 años de uso, por uno más nuevo. Los bichos que siempre se estrellaban en él mientras viajaba a ningún lugar, ahora me van a pegar directo en los ojos; los badenes van a terminar acabando con mis articulaciones y mi piel se va a cubrir de marcas indeseables que, aunque luego de un tiempo ya no se vean, siempre van a estar ahí, ardiendo en silencio. Y mi cabeza va a incendiarse también por fuera; ya que en su interior ya es un volcán.
Por todo esto es que deseo acompañarla, querida nueva amiga. Y no intente buscar pretextos, se lo ruego. Mis ganas están, siempre. Más allá de mis decisiones, siguen ahí, intactas. Y siempre pueden más que “lo demás”. Y ellas no entienden de amores de un rato. Son tan fieles a sus principios como yo. Haga que el tiempo, la distancia y el principio del deber se transformen en el humo de su mejor cigarrillo a medio terminar. Concédame el placer de bailar una pieza con usted a la salida del boliche, cuando los lentos que ya no existen se apoderen del tedio del ambiente. Y camine de mi mano hasta subirnos al micro más barato, con un pasaje sólo de ida. No pretendo llevarla a mi mundo; al contrario: quiero explorar el suyo teniéndola como anfitriona.

La saluda muy atentamente, una loca en el lugar equivocado.

domingo, 8 de febrero de 2009

Confesiones de una puta con clase (Fragmento).

[...]
Acabo de despertar de mi siesta, y aun estoy desnuda. Después de darme un baño voy a buscar alguna buena imagen inspiradora en mi cabeza para hacer una réplica exacta sobre el lienzo, aunque tal vez le invierta los colores. O quizás sea bueno que salga un rato de casa y tome un subte, o algún transporte abarrotado de personas para que, al ver mi vestimenta, tengan con qué entretenerse mientras llegan a destino.
Cada hombre o mujer que me cruza en la calle se deslumbra por mi forma de andar por la vida. Soy totalmente conciente de eso, y a veces me gusta ver sus caras mientras simulo esconderme detrás de mis anteojos oscuros. Siempre uso anteojos, y siempre polarizo los vidrios de cada auto nuevo que compro (y que después no uso porque prefiero caminar o andar en subte). No me gusta la idea de que las personas me vean a los ojos, y siempre esquivo todas las miradas sin dar explicaciones al respecto. Es bueno que sepan que tengo algo que esconder, porque es cierto. Escondo el día de mi cumpleaños número 13 en el interior de mi alma, junto con mis deseos de ser una verdadera puta. Y digo deseos porque eso es lo que son. Por mis condiciones, no puedo ser más que una puta con clase, denominación que está lejos de la de ser una verdadera puta. Lo mío no es a causa de ninguna necesidad, ni hago el amor con extraños (y a veces asquerosos) hombres por dinero. Jamás ninguno de mis amantes me dio ni un centavo, ni lo aceptaría tampoco. Tengo tantos fondos en mi cuenta bancaria que podría vivir toda mi vida sin siquiera entregar alguno de mis cuadros y, además, jamás vendería mi cuerpo a nadie; es una de las pocas cosas que no compra ni alquila el dinero. Si es que estoy en una buena situación económica, no es gracias a ningún miembro de mi familia, ni a amigos, ni a amantes de un rato. Es sólo que tuve la buena suerte de tener ideas buenas en un momento bueno, y poder expresarlas en pinturas. Hace 2 años, le vendí todos los cuadros que había pintado hasta entonces a un viejo millonario cansado de invertir dinero en cosas que valieran la pena; y me pagó con el quíntuple de lo que podían llegar a valer esos cuadros y todos los que he pintado hasta ahora juntos. Fue un golpe de suerte grande y, por supuesto, no tengo de qué quejarme. Por eso es que si me entrego a cualquier hombre, no lo hago por dinero, sino por gusto. En cada piel que roza la mía encuentro los motivos para seguir mi vida. El sexo es lo único que disfruto hacer en compañía de alguien, y para lo único que necesito a un hombre a mi lado. Por eso es que no me importa conocer sus nombres, ni objetivos a cumplir. Yo sólo quiero sus cuerpos, el roce de mi piel contra las de ellos. Y el placer. Si alguna vez me preguntan mi nombre, nunca dudo en mentirles. Mi nombre es lo único en mi vida que no elegí. Y lo detesto. Siempre busco uno acorde a la situación para llamarme de algún modo. A veces soy una niña llamada Micaela, en otras circunstancias soy una señora de 80 años llamada Iris. Otras, sólo soy Ana.

[...]

lunes, 2 de febrero de 2009

Otro encargue terminado.

El celular volvió a sonar, anunciando un nuevo mensaje. Era él otra vez, reclamando un poco de la atención que no le correspondía. Ella sabía bien que sería él. Pero, ante los amistosos pero inquisidores comentarios de su entorno más próximo, alteró un poco la verdad y se defendió diciendo: “Sí, es mi novio (otra vez)”. Con el temblor en sus manos de quién carga con el peso de sentirse viva nuevamente, abrió el polémico mensaje. Otra vez él quería obligarla a contemplar sus ojos tristes. Pero esta noche ella no estaba dispuesta a simular ser la dama infiel que jamás sería. Era otra vez noche de amor con su más fiel compañero, único poseedor y merecedor de la totalidad de su persona: su novio desde ya hacía vario tiempo. Y si había alguien que la retenía a ella en las calles del control y la costumbre, ese era él. Era por el único que haría cualquier cosa, al que le seguiría entregando su vida, a pesar de que la rutina fuera, poco a poco, acabando con el placer. Siempre habría un nuevo intento de que todo diera para más porque, como ellos se decían a diario, se querían. Y mucho. Se habían encontrado en el momento justo de sus vidas, cuando la soledad intentaba derribar la puerta de sus patios para llevárselos para siempre. Y haberse encontrado, verdaderamente, no era poca cosa. Era lo mejor, para los dos. Es por eso que a ella le costaba tanto dejar de contemplar y proteger el número dos, para darle lugar a un tercero algo ansioso. Pero lo cierto es que este tercero, además de ser el “tercero en discordia” del que muchos suelen hablar, fue el que la hizo fuerte para reclamar por lo que siempre mereció y que el tiempo se había encargado de debilitar. Quizás es por eso también que no se atreve a usar en demasía a aquel chico de ojos tristes; no quiere volver a sentirse capaz de lastimar a nadie pero, a la vez, tampoco quiere perderse ella misma.
Su novio sigue siendo el único al que le permite mirar por sus ojos, pero su celular sigue anunciando mensajes y llamadas de un número que no está agendado (por sólo precaución, creo). Y se sorprende, con frecuencia, dedicando alguno de sus momentos de reflexión a quien se escuda detrás de ese número desconocido para cualquiera que tomara su celular, menos para ella. Y le gustaba, le hacía sentir cosas lindas, nuevas (u olvidadas), hasta podríamos hablar de algunas maripositas inquietas en su estómago, pero tampoco nos pongamos sentimentales. Esto no es cuestión de amor, ni nada por el estilo. Para hablar de amor, estaba su novio. Esto es una simple, pero agradable, molestia; un tire y afloje por parte de alguien que no tiene nada que perder y mucho para ganar; un inocente juego de conquista virtual.
Yo, que soy la que escuchó esta historia de los labios de su protagonista, siento ganas de que se les permita a las cosas seguir su curso, y fluir. Pero mi opinión es la de alguien que conoce poco de amor, y mucho menos, de aventuras veraniegas.