lunes, 14 de septiembre de 2009

Cinco más Yo, es como decir cuatro.

Mi existencia gira alrededor de cinco personalidades que deciden por mí la mayoría de las veces, sobre todo en los momentos en que lo que menos necesito es que interfieran en mis asuntos. Cuando recién supe de ellas, creí que eran diez; pero enseguida la más alta retrucó enojadísima diciendo que eran cinco y sus respectivos segundos, o extras, o actores de reparto, o no sé qué. En fin, son cinco titulares y cinco suplentes, de esos que responden cuando los protagonistas padecen picos de estrés o aburrimiento.
Al notar que estaban un poco inquietas desde ya hacía unos días, una noche les ordené que se decidieran de qué forma iban a seguir cagándome la vida y agregué que tengan cuidado al responder, porque una vez que eligieran ya no iba a haber vuelta atrás. En realidad lo hice para confundirlas y que, de esa manera, se calmaran un poco, pero resulté ser yo la confundida; con gritos unánimes, las cinco me respondieron: “Por escrito”. Esa fue la segunda y última vez que escuché sus voces. Desde entonces me convertí en una amante de los diálogos escritos.
Volviendo a ellas, mis personalidades habitan en una parte muy visible de mi cuerpo que suelo decorar con anillos. Todavía no he podido descubrir cuál es la función específica de cada una ni tampoco de qué manera se organizaron para distribuirse las tareas que, bien o mal, hacen a diario; pero hay momentos en los que resulta imposible la convivencia de todas en una misma mano, y se pone peor cuando los extras de la otra mano intentan hacer de mediadores para responder por sus respectivos compinches. ¡Tienen un carácter tan difícil de llevar todos ellos!
A veces me siento a ver cómo se pelean, cómo se chocan intentando elaborar un párrafo, cómo se equivocan al responder y se dan cuenta un rato más tarde. Es un espectáculo muy gracioso ver de qué manera se mueven cuando están enojadas, o la forma en la que se deslizan suavemente por el aire cuando sienten que han hecho bien sus tareas y por eso voy a darles la noche libre. Cuando nos conocimos, todas me dijeron sus nombres, pero ya ni los recuerdo; las distingo sólo por sus alturas y sus gustos particulares. Por ejemplo, sé que si un día hablo de amor en mis escritos, es mi personalidad más bajita, la que se ubica en el extremo izquierdo de mi mano derecha, la que ganó al póker la noche anterior y, por lo tanto, en esa ocasión tiene la posibilidad de dirigirme a su antojo; si escribo con odio, es la del extremo opuesto a ésta la que habla por mí, y así pasa también con las demás, aunque ellas tienen tareas menos específicas, creo. No sé… En realidad son puras hipótesis; todavía no logro descifrar sus comportamientos. Hoy, sinceramente, no sé cuál de todas tiene la delantera, pero tengo la certeza de que hace un tiempo que se están llevando mejor, ya no discuten tanto.
Hoy bailan de una manera tan sensual, tan suave… Se mueven con una liviandad muy placentera, casi indescriptible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario