martes, 3 de marzo de 2009

Oh! Darling.

Es lunes, y ya es casi el horario de subir al micro. La empresa Dumas Cat, es la que me llevará a destino el día de hoy. Desde que me ausenté de mi ciudad para pasar unos pequeños ciclos corriendo una maratón, que jamás ganaría, para terminar algunos trámites, es que tengo la idea fija de ir a buscar un poco de soledad a la capital pampeana. Por eso, esta vez elegí despegarme varias horas antes de mi cama para llegar 09:45 en punto y alejarme algunos kilómetros de casa, pasando antes por algunas localidades ya un poco conocidas pero no por eso adoradas.
La cuestión es que iba dispuesta a vivir un día diferente, o al menos un buen día. Mi ojo derecho seguía con su latido casi constante, y eso me daba esperanzas de que algo bueno vaya a suceder. Por eso, mientras escuchaba a Baglietto y caía en la cuenta de que sería lo último que escucharía (dado que ya casi no quedaba batería en mi mp4), no me sorprendí al ver un rostro conocido (y, ¿por qué no?, esperado) entre los nuevos abordantes de mi mismo colectivo. Lo primero que se nos ocurrió a ambos, es que los micros se empeñaban en regalarnos encuentros casuales, y ninguno tuvo objeción alguna para hacer al respecto.
Una vez llegada a Santa Rosa, logré hacer todo lo que estaba en mis planes y aún más, gracias a que la casualidad se esforzaba por caerme bien, y lo lograba. Fue un día, o más bien, una tarde/noche memorable. Partí en busca de soledad y paz interior, y la tuve en gran medida; sobretodo mientras contemplaba las aguas y su quietud de la Laguna Don Tomás. Nunca había ido sola a ese lugar, y ahora me arrepiento de no haberlo hecho antes. Pero también tuve las mejores compañías y caminatas de la mano de lo desconocido, y dado que no fueron planeadas, no me asombro de que haya sido así.
Mi último recuerdo de aquél sitio, fue un tremendo chaparrón que me empapó de pies a cabeza, pero me robó varias sonrisas; y la búsqueda de una pequeña plaza que jamás encontré, con el fin de recordar escenas de mi cumpleaños pasado y, quizás, sentir que las cosas suelen salirme bastante mal. Pero me tuve que conformar con la lluvia, a la que mucho le agradezco por obsequiarme esa sensación de libertad y despreocupación que, desde hace vario tiempo, no sentía.
El viaje de vuelta tuvo algunas complicaciones que dependieron en parte del clima de anoche, y en parte del factor humano: una tormenta bastante fuerte, al parecer, derribó algunos árboles y los dejó inmóviles sobre la ruta; y hubo dos accidentes de tránsito, quizás también producto del temporal (no he mirado las noticias para enterarme). Con la suma de estos hechos, permanecí varada un tiempo considerable entre Winifreda y Castex, llegué demasiado tarde a casa, y estuve a punto de bajarme en un pueblo que no era el mío, sólo para escapar del ambiente en el que ya me encontraba hacía alrededor de 2 horas, y que estaba próximo a sofocarme.
En fin, sin dejar ningún aspecto excluido, fue un buen lunes.

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