viernes, 30 de enero de 2009

El mes de mayo de hace dos años, nunca volvería.

Recuerdos, promesas incumplidas, vacíos emocionales, sentimientos incomprendidos, nostalgia de algo más. Día a día, noche a noche, tiempo en el tiempo.
Ella ya sólo espera, no hace otra cosa que esperar. Compartir un sueño con otros tantos ya no la abastece, ya nada le proporciona. Se mantiene vigente a causa de sólo satisfacciones momentáneas, sucesos inesperados que distraen un ratito al dolor. Mira la vida y encuentra mil motivos para existir, pero se detiene a pensar un momento y comprende que ya nada cae del cielo, así como si nada. No, llegó el instante en el que tan solo un minuto puede acabar con toda una vida de esfuerzos poco valerosos, casi en vanos. Es hora de querer ser alguien, de sentir que en algún episodio de esta cruel comedia, a la que denominamos “vida”, encajamos a la perfección. Es hora de utilizar el sentido común y actuar en contra a nuestros reflejos, de definir nuestra relación (o reacción) con el medio, de pensar ante cualquier situación.
Volar más allá de nuestra imaginación hace las cosas un tanto más fáciles. De esta forma, ya no duele tanto el cambio. Porque todo depende de cambios: comodidad por esfuerzos, sorpresas por discreción, soledad sentimental por ausencias corporales, cálidos susurros por un arduo lenguaje de silencios. Cambios, siempre cambios, de mayor o menor magnitud. Y las palabras se tornan algo incómodas, y la obligan a convertir los delirios de su mente en verdaderas preocupaciones. La realidad penetra hasta los rincones más oscuros de sí misma, y le impide conocer el poder de la imaginación. Pero siempre que se trata de él, surge una excepción. Con él puede imaginar, crear, volar en sueños. Su ausencia le provoca ansias de posesión que, hasta hoy, no puede controlar en el estado total de inconciencia en el que se encuentra retenida.
Con él todo es permisible: besos, caricias que logran humillar a la soledad; noches en vela; reposos absolutos en la espera de su sonrisa; temblorosas reacciones de su piel esperando por sus labios; ansias de perderse en el vacío con el tono de su voz; placer de sentirlo cerca.
No quisiera utilizar el recurso de la fantasía pero, gracias a eso, aun sigue apta para esperar por su ignorancia. Es a lo último que renunciaría. Es lo que le resta por explicar.

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